Con la idea de aprovechar la mañana, ayer compramos el
billete (17 soles) con la empresa
Milagros, que sale a las 14h, y nos daba tiempo de dar una vuelta por el centro. Es un bus cómodo, los asientos son reclinables, tienen orejeras y puedo cruzar las piernas, pero no es un VIP. Lo llevan hasta los topes, en estas montañas no hay más opciones de transporte y recogen a todo el que lo solicita, en algún momento van de pie hasta 10 personas. Paramos en Chivay unos minutos, tiempo para ir al lavabo (0,5 soles), o comprar algunas provisiones. Llevamos 3h30 y todavía queda 1h30 hasta Cabanaconde.
Pachamama Homestay. A dos cuadras de la Plaza de Armas, donde para el autobús. Gestionado por Leandro, tiene propuestas y soluciones para todo. Habitación doble cómoda y con baño privado, wifi solo en recepción. Restaurante con horno de leña para pizza. Desayuno incluido: huevos revueltos, pancake, pan, zumo, te o café, mantequilla y mermelada. Dispone de lavandería.
Para hacer un
trekking en el Valle del Colca hace falta comprar un
permiso, que puede adquirirse en Chivay, Arequipa, Cruz del Cóndor y Cabanaconde, cuesta 70 soles y permite el acceso durante una semana. Los
caminos que atraviesan el Cañón del Colca, usados por la gente local, son fáciles de reconocer y bastante seguros. Hay señales en los cruces, o cerca de poblaciones y casas familiares. Hay que planificar bien la ruta, pues hay tramos con pendientes muy pronunciadas. Entre Sangalle y Cabanaconde existe un servicio de alquiler de mulas, que realiza en 1h30 el extenuante camino de subida. En la mayoría de los casos encontrar
alojamiento no es un problema, pero quizás merece la pena reservar en temporada alta (julio a septiembre). En estos alojamientos la comida es bastante básica, los menús varían entre 10 y 15 soles, y suele haber opciones para vegetarianos. En la mayoría se puede comprar agua, cerveza, fruta o algunos snacks. Entre mayo y noviembre es temporada seca, la temperatura en el fondo del cañón varía entre 25º y 35º, aunque por las noches puede bajar hasta los 5º. Durante época de lluvias hay que empezar las caminatas bien pronto por la mañana, ya que la lluvia suele ser por la tarde.
Como Rosa no está con ánimo de largas caminatas, optamos por una solución de compromiso. Bajaremos 1260 mts hasta Llahuar, donde hay unas aguas termales, y volveremos al día siguiente en colectivo. Es un camino de 10,5 km de dificultad moderada, tarda en recorrerse unas 4h, y las vistas del cañón conforme te vas adentrando en el son increíbles. Por la noche baja la temperatura, pero durante el día hace mucho calor. Calcular litro y medio de agua por persona y algo para comer.
El camino a
Llahuar empieza en el mirador de Achachiwa, a una altitud de 3.320 mts. Desde la Plaza de Armas de Cabanaconde hay que tomar la calle Bolivar y seguir hasta la pequeña plaza de toros, fácil de distinguir, circular y con las paredes pintadas de rojo. Seguir el cartel que señala el campo de futbol y seguir el camino durante cinco minutos. El mirador, con unas vistas del valle increíbles, es una cabaña hecha con madera de eucalipto y techo de paja, donde alguien os validará los permisos de entrada. El recorrido sigue por una pista que queda a mano izquierda, frente al mirador. Pronto empezará una fuerte bajada haciendo zigzag durante unos cuarenta minutos hasta llegar a un pequeño puente de madera. Después de cruzarlo, un camino llano bordea la montaña durante una media hora, hasta que empieza una pronunciada bajada donde pisas sobre pequeñas y resbaladizas piedras.
Una hora más tarde se llega a una carretera sin asfaltar, e inmediatamente aparecen dos puentes que cruzan el río Colca, cruzar por el nuevo, evitar el puente colgante. Mientras cruzas a mano derecha queda un pequeño geyser, y unos metros después, a mano izquierda, la parada cubierta del autobús. Seguir otros cuarenta minutos hasta llegar a Turuña, un pequeño pueblo de una veintena de casas, en cuya entrada hay un cartel que indica el camino a Llahuar. Cruzar el poblado por su calle principal y seguir unos veinte minutos hasta cruzar el río Huaruro. El lodge donde dormiremos se encuentra a dos minutos del puente.
Comemos nada más llegar, son ya las dos del mediodía, entrante de sopa de quínoa y calabaza, y plato principal de arroz con lentejas y huevo frito. Pasamos la mayor parte de la tarde relajándonos en las piscinas termales. Subimos a cenar a las 19h00: crema de sémola, y tortilla de vegetales acompañada de arroz y lacayote (verdura tipo sandia alargada).
A las 07h ya estamos en pie, desayunamos (pancake con mantequilla, mermelada y un zumo) y bajamos a darnos un baño en las aguas termales. Nos damos una ducha, nos cambiamos y vamos a esperar el bus de regreso a Cabanaconde. Evidentemente podemos regresar por el mismo camino que llegamos ayer, pero calculamos unas 6h de subida, que la verdad no apetece demasiado.
El
colectivo a Cabanaconde pasa a las 11h30 en el cruce de la pista principal, a unos 20 minutos andando desde el hotel, donde hay una parada con sombra. Es un autobús grande, de unas 40 plazas, el billete se le compra al conductor, 20 soles cada uno. Mejor sentarse en el lado izquierdo, el lado derecho va el 90% del recorrido junto al precipicio, y en una carretera de tierra de un solo carril, pero doble dirección, y donde la caída supera holgadamente los 500 mts en casi cualquier punto, las vistas que ofrece la ventanilla no son aptas para cardiacos. Tarda 1h30 en completar el recorrido.
Cabanaconde vive en torno a la
Plaza de Armas, donde paran los autobuses, y donde se ubican las pocas tiendas, hostales y restaurantes que hay en el pueblo. En uno de sus lados se levanta la Iglesia de San Pedro Alcantara, un sólido edificio de piedra que data de finales del siglo XVIII. En el centro hay una estatua de un cóndor con las alas desplegadas, símbolo sin duda de los altos pueblos andinos. Los restaurantes son familiares, de esos que casi nunca pisan los extranjeros porque que prefieren comer en los hoteles, pero donde sirven autentica comida local, sin artificios.
Menú de sopa de trigo y chancho con arroz, 7 soles cada uno.
Nos echamos una siesta y salimos a pasear un poco hasta que cae el sol. En la parroquia recogen ropa, así que mañana donare unas cuantas camisetas de las que quiero deshacerme. Compramos fruta para el viaje a Puno del día siguiente, y subimos a la azotea del hotel, equivalente a una tercera planta, para tener una vista general de Cabanaconde. Cenamos en el propio hotel una pizza de carne de alpaca y verduras, y de postre chocolate caliente y una porción de pastel de higos, que nos recomienda el cocinero venezolano del establecimiento.