

Hoy vamos a
Dumaguete, hay que devolver la moto en el puerto de Larena y luego coger un triciclo hasta Siquijor pueblo, desde donde sale el ferry a las 10:50, pero antes pararemos en Café José a desayunar. O al menos ese era el plan hasta que cogemos la moto y a los cinco minutos pinchamos la rueda trasera. Intentamos llamar a la compañía de alquiler, pero no hay cobertura. Paramos una moto para usar su teléfono, pero el mismo resultado. Paramos una ranchera donde van dos lugareños, les explicamos la situación y se ofrecen a llevarnos a Larena por el coste de la gasolina. Entre los tres subimos la moto detrás, donde nos sentamos Rosa y yo, que compartimos espacio con el perro de uno de ellos. Veinte minutos más tarde llegamos sin novedad y sin desayunar. Les damos 500 PHP. No hay nadie en el muelle dónde alquilamos la moto, llamamos y nos dicen que envían a alguien en diez minutos. Se pone a llover. Llega alguien en un triciclo a quien hacemos entrega de la llave y le hacemos saber que hay una rueda pinchada. Con él mismo nos vamos a Siquijor por 200 PHP. Le pagamos el día extra que hemos tenido la moto y nos negamos a pagar por la reparación del neumático, es un claro caso de falta de mantenimiento y además ya hemos pagado la grúa.
Desayunamos en un restaurante buffet del puerto. El ferry de
Oceanjet (250 PHP + 14 PHP tasas) sale puntual y tardas unos 45 minutos en llegar al muelle Dumaguete, que está en un extremo del Boulevard Rizal, a diez minutos andando del centro.
Dumaguete es una ciudad bien diferente a otras grandes urbes filipinas como Cebú y Manila, se respira un ambiente relajado, hay un hermoso paseo marítimo (Rizal Boulevard) a la sombra de acacias y palmeras, lleno de hoteles, restaurantes, cafés, bares y vendedores locales, muy agradable para pasear, sobre todo a partir de media tarde. Perdices St, la calle paralela está llena de tiendas, centros comerciales y cadenas de comida rápida. Las aceras son anchas y el tráfico moderado, aunque bien es cierto que no hay prácticamente nada que ver.

Es una ciudad universitaria, quizás por eso su ambiente moderno y cosmopolita. Lo primero que se ve cuando llegas al centro es la
Silliman University, la universidad protestante más antigua de Filipinas. Frente a ella está el hotel
The Bricks, 2.800PHP, pago con tarjeta, las baratas han volado desde que lo miramos está mañana. Habitación doble con aire acondicionado, botellas de agua, tetera, TV, nevera y baño privado. Desayuno incluido. Bien situado a cinco minutos andando del puerto y 15 en triciclo del aeropuerto. Miramos también el hotel
Residencia al Mar, pero las habitaciones baratas no tienen ventanas.


Nuestra primera visita es
Aquino Freedom Park, del que habíamos leído que era un buen sitio para probar delicias locales. De parque tiene poco, más bien es un descampado abandonado, en cuanto a comida, hay una docena de tenderetes donde venden algunas
delicatesen que no habíamos probado hasta ahora, como piña frita, rollitos de verduras o huevos de perdiz.
Tomamos un triciclo hasta el
Campanario (20 PHP), en Perdices St, el monumento más famoso de la ciudad. Fue construido en 1811 para anunciar la celebración de misas en una iglesia que ya no existe, y para avisar de las incursiones de piratas moro procedentes de Mindanao. Junto a él se encuentra la
Catedral de Catalina de Alejandría, y en frente el
parque Quezón, donde algunos árboles centenarios dan una buena sombra. Hacemos algunas compras en
Lee Plaza, el equivalente en Dumaguete del Corte Ingles, y huimos del calor tomando un delicioso
chocolate float en un
Jollibee.
Rizal Boulevard va cobrando vida conforme oscurece, a lo largo de sus 800 mts, se ven parejas paseando, sentados en algún banco mirando el mar, gente corriendo o patinando, jugando al frizzbee por equipos en los campos que hay al final del paseo, o picando algo de los vendedores de fruta, frutos secos y balut.


En el mismo Boulevard Rizal, frente al hotel, se cortan unos 200 mts al tráfico y se montan
puestos ambulantes de comida, con pequeñas mesas y sillas de plástico para la clientela. La oferta es la misma en todos, cuatro tipos de brocheta y
balut (huevo de pato ya fertilizado, cocido con su embrión dentro, es como comerse un huevo duro con sorpresa). Hay que cascarlo por arriba, retirar un poco de cascara, añadir sal y chupar con fuerza para tragar primero todo el líquido, después se va pelando el huevo y comiendo su contenido. Frente a los puestos ambulantes de brochetas, en la zona peatonal, también venden fruta, frutos secos y
gyozas. Resumiendo, si quieres comida local, buena y barata, este mercadillo es tu mejor opción.