
Después de unos chapuzones en los cenotes de Dzitnup, y beber un refrescante coco (20 MXN) antes de subir al coche, conducimos 45 kilómetros de buena carretera hasta Chichen Itza, tal vez la mayor atracción turística de la Península de Yucatán.


Chichen Itza (224 MXN el acceso, 30 MXN parquing), fue fundada por grupos mayas entre los años 325 y 550, alcanzando su máximo esplendor y poderío a principios del siglo XII. La primera estructura que vemos al entrar fue llamada por los conquistadores españoles en el siglo XVI "el castillo", se trata una pirámide de 25 metros de altura coronada por un templo dedicado al dios Kukulcán. Sin duda la estructura más imponente de todo el conjunto. Está ubicada en medio de una plaza, donde abundan las iguanas, de un tamaño equivalente a dos campos de futbol, y a su alrededor se distribuyen los restos de diversas edificaciones: varios templos, el grupo de las mil columnas, el juego de la pelota, y varios cenotes. En total tardamos unas dos horas en recorrerlo, me pareció que podían mejorarse las señalizaciones (es muy fácil desorientarse), aunque el mayor problema es el exceso de gente, por todo el recinto se multiplican como setas los tenderetes de recuerdos, los guías que se ofrecen y centenares de turistas.

Entre el punto de acceso y el parking, hay al menos una docena de lugares donde comer algo, pero por supuesto, no son ni los más tranquilos ni los más baratos. A dos kilómetros de las ruinas se encuentra
Piste, un pueblo que ofrece algunas instalaciones y servicios básicos, principalmente para turismo de tipo aventura y mochilero. La carretera atraviesa el pueblo, y en un tramo parecen converger a ambos lados asadores populares de pollo y chuletas. Dejandonos guiar por el olor de la parrila, y la carne colocada sobre ella, nos sentamos en
El Pollo Mexicano. Nos decidimos por medio pollo mejicano y dos chuletas de cerdo, todo ello servido con arroz y tortitas de maíz, y un par de cervezas. 185 MXN.


Después de comer, una hora de carretera nos lleva hasta
Izamal, una bonita ciudad colonial de mediados del siglo XVI, construida sobre los restos de una antigua ciudad maya. Lo primero que llama la atención, es que la mayoría de las casas y edificios del centro histórico están pintados de blanco y amarillo, los colores vaticanos, en honor a la multitudinaria misa que ofició Juan Pablo II en 1993, en la que consagro a Nuestra Señora de Izamal como reina y patrona de las etnias de América. El centro está dominado por el
Convento Franciscano de San Antonio de Padua, de mediados del siglo XVI, considerado como el más grande de América Latina (con una superficie de casi 8 000 m2). A sus lados quedan los parques 5 de Mayo e Itzamna, y apenas trescientos metros al norte, el
Templo de Kinich Kakmó, una enorme pirámide maya de 200 mts de base y 34 mts de altura, dedicada a una deidad solar que, en forma de guacamaya de fuego descendía diariamente a recoger las ofrendas que se le hacían.


En los alrededores del convento hay dos hoteles de estilo colonial que hacen buena pinta,
Rinconada del Convento (720 MXN, sin parquing ni desayuno) y
San Miguel Arcángel (800 MXN, parquing y desayuno), además de la
Posada Zamna. Como en la zona hay obras y no podemos acceder con el coche, vamos a
Eco Hotel Spa Itzamaltun, a dos calles de la plaza, 700 MXN. Casa de estilo colonial que dispone de un jardín muy bonito, frondoso y bien cuidado, con piscina, barbacoa, bar, futbolín y spa con area de masajes. Enorme habitación doble con desayuno continental incluido: frutas, tostadas, mermelada y mantequilla.
No tenemos mucha hambre, así que buscamos una terraza agradable donde picar algo.
Rest. Muul, en el Parque de Itzamna, chelada y margarita, para picar nos traen unos nachos, salsa
sikilpak, crema de frijoles y salsa mexicana. 100 MXN

Tras desayunar nos acercamos al mercado (plaza del convento) a comprar algo de fruta (4 manzanas y 4 plátanos, 26 MXN). La carretera 180D hasta Mérida (1h15) es una calzada de dos carriles, bien pavimentada, que atraviesa tres o cuatro pueblos.