Seguimos la
Ruta 62 que pasa por Barrydale, Ladismith y Calitzdorp hasta llegar a
Oudtshoorn. Es una ruta panorámica, más lenta y con más curvas que la autopista N2, pero merece la pena conducir un par de horas más y disfrutar de sus magníficos paisajes. Paramos en varias ocasiones a hacer fotos: acantilados, valles, arroyos, densos bosques…
Oudtshoorn es la capital mundial de los avestruces, el clima caluroso y seco, y su ubicación en una planicie de tierra arcillosa rica en materia vegetal en descomposición que favorece el crecimiento de la alfalfa, elemento principal de la dieta de estos animales, y la abundancia de pequeñas piedras que favorecen su peculiar sistema digestivo, han favorecido la creación de decenas de granjas de avestruces que se han convertido en uno de sus principales atractivos turísticos. Oudtshoorn es un pueblo más de casas bajas y calles amplias, donde hay gran variedad de servicios: gasolineras, bancos, cajeros automáticos, supermercados Pick n Pay y Spar, y una amplia oferta en restaurantes, hoteles y campings.
Kleinplaas Camping Resort, 354 rands. A dos minutos en coche del centro. Plaza para tres tiendas y tres coches fácil, piscina, barbacoas comunitarias e individuales, mesas y bancos en algunas zonas, área
wifi junto a recepción, lavabos y duchas limpias. En recepción son muy amables y tienen mucha información sobre las atracciones de la zona. No hay depósitos de agua hirviendo, ni tienda de souvenires o suministros. Vigilancia nocturna.
Nostalgie. Dicen que es el mejor restaurante de la ciudad, y probablemente sea cierto. Local pequeño, céntrico, muy bonito, con jardín agradable, y servicio excelente, y en cuanto a la comida: nota muy alta en sabor y presentación. Dispone de
wifi y abre hasta tarde. Tiene una sección especializada en carne de avestruz (tierna pero sabrosa, muy parecida al rabo de buey). Nosotros pedimos
ostrich steak with vegetables, selection of cold meats with salad, lemon juice homemade, 250 rands.
La cría de avestruces es un negocio prospero en la zona, donde abundan las granjas de cria. A los 18 meses los animales son sacrificados, y se aprovecha prácticamente todo: las plumas para decoración y limpieza, la carne para su consumo, los huevos para decoración, los huesos como fertilizante, y el cuero para hacer bolsos, carteras, cinturones o zapatos. La mayoría de estos productos pueden comprarse como
souvenir en las tiendas de recuerdos de algunas granjas abiertas al público en los alrededores de la ciudad.
En
Highgate Ostrich Farm hacen un tour guiado de 45 minutos (133 rands) donde explican con todo detalle el funcionamiento de la granja, la confección de algunos productos e incluso tenemos la opción de ver crías de cuatro días. Es una turistada total, pero la visita es muy amena y didáctica. Por suerte, como hace tanto calor, a las cuatro de la tarde estamos a 42º, han suspendido la carrera de avestruces, una parte del tour donde los turistas pueden galopar los animales en una infame carrera.
Madrugón para salir a las 4h30 del camping, y estar antes de las 05h en el
meeting point de
Meerkat Adventures, una empresa que organiza pequeñas excursiones para ir a ver suricatos en estado salvaje. Aparecen tres o cuatro coches más, que a la hora convenida seguimos al vehículo de la organización hasta un punto donde, tras una pequeña presentación e introducción, la ruta sigue a pie. Somos un grupo de unas 20 personas, cada uno toma una silla plegable ligera donde nos sentaremos cerca de su madriguera, de esta forma se daña menos la vegetación, y estamos más tranquilos y organizados. Como cambian de madriguera cada día, la noche anterior comprueban en cuales hay animales durmiendo para ir a verlos al día siguiente con los turistas. Justo después de amanecer, andamos unos 800 mts por un terreno plano y cómodo, tierra seca con algunos matojos, donde hay estrechos caminos que seguimos en rigurosa fila india. Nos sentamos a unos diez metros de la madriguera. Primero sale uno, durante un par de minutos otea el horizonte en busca de depredadores erguido sobre sus dos patas traseras. Sale un segundo, y después un tercero. Los vigías forman un triángulo, mirando en todas direcciones inquisitivamente. Poco a poco, a lo largo de media hora, van saliendo los demás, hasta un total de 10 individuos. El proceso siempre es el mismo, ninguno se aleja más de un par de metros de la madriguera, sin antes levantarse nervioso sobre sus patas traseras, buscando el peligro en la lejanía. A nosotros nos ignoran, saben que no somos un peligro. Al rato el grupo desaparece entre los espesos matojos.
El proceso de adaptación a los humanos es parecido al de los gorilas en Uganda, los miembros de Meerkat Adventures se han ido ganando su confianza día a día, nunca los tientan con comida ni alteran su naturaleza salvaje, tan solo colocan las sillas y se quedan mirando. Es por ello que están habituados a la voz humana que no perciben como un peligro, así que sin gritar ni meter follón, se pueden hacer fotos tranquilamente, y hacer comentarios con voz relajada. La excursión es altamente recomendable, una oportunidad única de ver unos animales en estado salvaje, difíciles de ver incluso en zoológicos. Entre que nos recogen en el
meeteing ponit a las 5h y acaba la actividad son unas 2h30, 600 rands cada uno en efectivo. Incluye te/café con galletas poco antes de empezar la corta caminata.
Cango Wildlife Ranch es un pequeño zoológico miembro de
WAZA, una prestigiosa red dedicada a la conservación a través de zoológicos y acuarios, de la que solo hay cinco miembros en toda África.
Acceso 150 rands, 210 rands encuentro a elegir con serpientes, cocodrilo en una jaula, lémures, guepardos, crías de guepardo o servals; y el paquete combinado 300 rands. La visita empieza con un tour guiado para un grupo de unas 15 personas, no opcional: murciélagos, tucanes, tortugas, cocodrilos, hipopótamos pigmeos, nutrias, marabús, servals, leones y tigres blancos, leopardos... La visita guiada dura entre 45 minutos y una hora, demasiado rápida para mi gusto, prácticamente corremos de un lado a otro, si haces más fotos de la cuenta no te da tiempo a ver la siguiente sección. Nuestro guía no es demasiado hablador ni demasiado entendedor, bastante pobre para la categoría que atesora el lugar.
Tras la visita hay tiempo libre ilimitado para moverte por zonas de libre acceso: sección de pájaros tropicales impresionante, sección con ualabis (marsupial parecido a los canguros) y emús (muy parecido a una avestruz), el terrario de serpientes, lémures, puerco espines y tortugas. Dispone de restaurante, un fast food con buena relación calidad precio, y una tienda de souvenires.
Black Swan. Restaurante bastante elegante para nuestros estándares, pero como es noche de fin de año nos damos un capricho. El servicio es amable, la terraza agradable, y la comida está buena, bien preparada y bien presentada. Intentamos pedir especialidades sudafricanas, como cuello de avestruz y tripas, pero no quedan. Plan B: entrante de mejillones y
crusty belly, lenguado con arroz y tarta de ternera, de postre un Dom Pedro (batido de leche con helado de vainilla y amarula), 525 rands.
Son las once de la noche del día de fin de año y las calles están desiertas. De hecho a las ocho de tarde cuando nosotros entrabamos en el restaurante, mucha gente estaba pidiendo la cuenta. Creo que aquí no se celebra el cambio de año. En la calle principal hay un par de locales con música en vivo y apenas una docena de personas.
Acabamos en Skaapstad, un pub en la calle St John que abre hasta las dos de la madrugada. El barman nos reconoce del día anterior. Hay un cliente en la barra y muy poco movimiento. Un gin tonic y una cerveza 38 rands, la cosa no va bien, demasiado barato para estar de fiesta. En una mesa de la terraza hay un grupo de veinteañeros. Gracias a ellos, durante diez minutos se anima la noche, las rondas de chupitos de amarula, blue gume (horrible) y José Cuervo, también ayudan. No hay campanadas, ni cuenta atrás, ni nada de nada. Una noche más. Mirando su reloj de muñeca, alguien avisa de que es media noche, empiezan las rondas de chupitos que bebemos de un trago. Ocho desconocidos, amigos por unos instantes, acaban cuatro rondas en dos minutos. Quince minutos más tarde el camarero se pone a recoger, se acabó la fiesta. Nosotros volvemos al camping, con la esperanza de que allí sí que estén montando alguna juerga y podamos unirnos a ellos. Pero todo está oscuro y en silencio. El ambiente en las calles es nulo. ¿Qué hacéis aquí? Nos preguntó uno de los jóvenes al saber que somos de la animada Barcelona, eso mismo me pregunto yo...