Positano y Amalfi son los pueblos más visitados de la costa amalfitana, dos localidades costeras cuyos habitantes tuvieron que emigrar durante años huyendo de la pobreza, hasta qué a mediados del siglo pasado, dichos pueblos, se convirtieron en destino turístico de moda entre las clases adineradas europeas. Para moverse por la costa amalfitana los autobuses de Costiera Sita, emiten un billete de 20€ valido durante 24h que permite viajar por toda ella subiendo y bajando tantas veces como se quiera.
En Positano cientos de casas pintadas en tonos pastel, elegantes hoteles y restaurantes, tiendas de moda de las principales marcas, joyerías y estudios de artistas locales, se apretujan sobre la ladera de una montaña, entre estrechas callejuelas y escaleras que conducen al mar. Para llegar al mar hay que pasar por delante de la iglesia parroquial de Santa Maria Assunta, en cuyo altar hay un icono de una Virgen Negra. Otro punto de interés es el MAR Positano, un yacimiento arqueológico que conserva los únicos frescos romanos de la costa amalfitana. El resto es pasear, gastar dinero en sus carísimos comercios, o darse un baño en alguna de sus playas. Accesible desde el casco antiguo está la principal playa del pueblo, Marina Grande, una playa de piedra, con tumbonas y sombrillas, donde las duchas de agua dulce son de pago. Pero la verdad es que es un lugar idílico donde descansar y darse un baño, con este bonito pueblo a tus espaldas.
Amalfi, antigua capital de la República Amalfitana (año 839 a 1.137), que albergo en su momento de máximo esplendor hasta 70.000 personas, es hoy un pequeño de 5.000 habitantes que vive básicamente del turismo. Sigue la misma fisonomía que la mayoría de los pueblos de la zona, pequeño puerto, casas de color pastel al borde una acantilado, casco antiguo de estrechas callejuelas, elegantes tiendas y restaurantes pasados de precio, y plazas abarrotadas de gente. Sin duda, la joya de la corona es la Catedral de San Andrés, en la plaza del Duomo, una iglesia del siglo XI con una imponente fachada donde se combinan estilos arábicos y orientales bañados en un luminoso color de oro.