Hoy nos daremos el baño que ayer no pudimos disfrutar al ser domingo. El pequeño pueblo de
Hofsos, de apenas 200 habitantes, ha conseguido situarse en el mapa turístico islandés gracias a su impresionante
piscina municipal (900 ISK). Diseñada por el mismo arquitecto que Blue Lagoon, la piscina principal está situada al borde de un acantilado sobre el fiordo de Skagafjörður, tiene unos 20 mts de largo y el agua está 38º. Cada brazada que das en ella los tonos azules de agua, mar y cielo se confunden, y aunque no es infinita las vistas son impresionantes. Hay una segunda piscina más pequeña, con capacidad para media docena de personas, que está a 39º. Es un lugar sencillo y tranquilo, en el vestuario no hay taquillas, pero se puede colgar la chaqueta de la pared y dejar el resto de la ropa dentro de un cesto bajo ella. Sí que hay pequeñas taquillas con llave donde cabe la cartera y un móvil. Hay jabón en la ducha, secador y espejos para afeitarse.
Llegamos a las nueve de la mañana, todavía es noche cerrada, estamos a -4º y está nevando.
Cuando miras hacia el fiordo la nieve traída por el fuerte viento te golpea en la cara. Toda la piscina está rodeada de un manto blanco. Tras un rato con la cabeza fuera del agua, en el pelo mojado se crean pequeños trozos de hielo. Poco a poco empieza a amanecer, aunque aquí el sol casi nunca aparece del todo, ha dejado de nevar y la luz diurna nos deja ver el fiordo. Disfrutamos de una sesión de relax contemplativo hasta las 12 del mediodía.
Desde Hofsos salimos dirección norte por la carretera 76, la intención es bordear la costa, parando en los pueblos que nos vayamos encontrando y disfrutando del paisaje, antes de parar en Akureyri a dormir. Al poco de salir empieza a bajar la niebla, sube la intensidad del viento y empieza a nevar. El tema se complica en un puerto de montaña unos 10 km antes de llegar a Siglufjörður. El viento levanta la nieva blanda depositada en el asfalto, y no vemos más de cinco metros. Conducimos guiados por las balizas laterales de un metro de altura, que colocadas cada 25 mts marcan los límites de la calzada, pero aun así y todo, como no alcanzamos a ver dos seguidas, pasan dos o tres segundos de angustia entre baliza y baliza en los que la carretera hay que adivinarla. Gran parte la hacemos en tercera o incluso segunda, algunos coches en dirección contraria se han parado en el lateral, su situación es peor ya que van por el lado del barranco. Nosotros seguimos, pensando que peor no puede ser, y confiados por dos motivos: llevamos un coche detrás (si pasa algo él lo verá o adivinará) y porque vamos por el lado interior del puerto. Tardamos poco más de una hora en hacer 10-15 km, no entiendo como no han cerrado esta carretera.
Todavía quedan 76 km hasta Akureyri. La mayor parte de los 16 km que separan Siglufjörður de Ólafsfjörður se recorren en túneles que atraviesan la montaña. Cuando salimos de nuevo a la luz el tiempo ha mejorado, entre otras cosas porque estamos a nivel del mar. Nos hubiera gustado parar en Dalvik y Laufás pero está oscureciendo ya, y es mejor seguir hasta Akureyri.
Akureyri ha sido un importante puerto pesquero y comercial a lo largo de toda su historia, y durante el último siglo su población se ha multiplicado casi por nueve, siendo hoy la cuarta ciudad más grande del país con 18.000 habitantes. Está situada en la base del fiordo Eyjafjörður y rodeada de altas montañas, lo que le confiere un clima relativamente cálido para su latitud, por primera vez en todo el viaje no hace viento y podemos pasear. A las 18h ha cerrado todo, pero aun así y todo estamos un par de horas deambulando.
El hotel se encuentra en el cruce de Hafnarstræti con Kaupvangsstræti, puro centro de Aureyri. Aquí, además de media docena de albergues, hay una gran oferta de restauración para todos los gustos y bolsillos.
T-Bone, el nombre lo dice todo, carnes;
Kaffi Ilmur, buffet económico;
Kristjánsbakarí, panadería
y pastelería;
Akureyri fish and chips, pues eso;
La vita è bella, restaurante italiano;
Bautinn, cocina islandesa; los clásicos bocadillos de la cadena
Subway; cocina japonesa en
Rub 23; y por último las dos recomendaciones del hotel
Hamborgarafabrikkan, hamburguesas cuadradas; y nuestra elección
Strikið, cocina de autor, en la cuarta planta de un edificio frente al puerto. Ambiente relajado, buenas vistas y buena cocina. 1.200 ISK los entrantes, 4.000 ISK los platos principales, 1.000 ISK la cerveza o el vaso de vino.
Hafnarstraeti Hostel, 8.900 ISK. En la calle del mismo nombre, céntrico a rabiar. Es un hotel tipo cápsula, como los que había en Japón, parecen sacadas de Star Wars. Creo que hay de dos tipos, individuales y dobles. La nuestra es doble, en su interior hay una cama doble, dos colchas, dos almohadas, un par de auriculares, dos toallas, una televisión, y un panel de control desde el que se controlan las luces, apertura de puerta, despertador y demás servicios que ofrece. Suficiente para pasar una noche. Más allá de la novedad, es un lugar tranquilo y muy limpio, los baños compartidos están impecables. Dispone de una agradable sala común con mesa de billar, juegos de mesa y un montón de espacio para sentarse. Cocina compartida y desayuno incluido.