Sudáfrica

Mañana por la tarde cogemos el avión de vuelta a casa, así que decidimos salir de Lesotho y hacer unos cuantos kilómetros para dormir en una ciudad más cercana al aeropuerto. El cruce de fronteras en Ficksburg Bridge es rápido, apenas 10 minutos, desde allí tomamos la R26 hasta Fouriesburg y la 711 hasta Clarens, un pequeño pueblo del que solo hemos oído elogios.

Clarens es una pequeña ciudad situada en Free State, a pocos kilómetros de la frontera con Lesotho y el parque nacional de Golden Gate Highlands, famosa por sus espectaculares paisajes y su buen clima. Es la primera cuidad que visitamos donde viven blancos, o donde por lo menos son clara mayoría. Es un lugar tranquilo y ordenado, lejos del caos que impera en las pequeñas poblaciones de KwaZulu-Natal. Una única calle asfaltada lo atraviesa, en medio hay un plaza donde se encuentran los bares, restaurantes, galerías de arte y tiendas de artesanía y souvenirs, el resto son casas de huéspedes decoradas al estilo siglo XVIII y con precios a partir de 800 rands (más barato por ser entre semana). Parece el Llavorsi de Sudáfrica, un refugio para blancos donde pueden montar a caballo, practicar escalada o senderismo, pesca con mosca y rafting en sus ríos, o jugar al golf.

Rosewood Corner B&B, 790 rands (entre semana). En la esquina de Main y Naudee St, a menos de un minuto del centro. Dispone de tres habitaciones y una cabaña, donde nos alojamos. Espléndidamente decorada, con baño y ducha, cocina, mesa y dos sillas, chest long y jardincito con flores de lavanda, el mismo color con el que pintaron las paredes. Dispone de calentador de agua, vajilla, juego de té y cubiertos, mini librería y televisión. Incluye un generoso desayuno servido en la casa principal, donde los dueños Eward y Shirley, dos jubilados venidos de Kenia tras la independencia, te acompañan y dan conversación.

Es un martes de finales de invierno, el turismo es prácticamente nulo, y los locales que estaban abiertos durante las horas de sol han cerrado la mayoría al llegar la noche. El restaurante más concurrido para cenar es The Highlander, en una de las esquinas de la plaza. Local eminentemente familiar, sirven pizzas a la leña, hamburguesas, sándwiches y pancakes, además de algunas especialidades locales como trucha a la plancha, pato, rabo de toro o chuletas crujientes (mi elección). Otro de los locales que permanece abierto, al otro lado de la plaza, es The grouse and claret, restaurante y bar de copas donde tomamos un licor de amarula después de cenar. Ambiente motero y buena música.

Nuestro avión sale hoy a las 19h15. Nos levantamos con calma, desayunamos y nos damos una vuelta por las tiendas del centro buscando souvenirs de última hora. Después de 25 días en los que hemos frecuentado las pistas de tierra, el coche está bastante sucio y polvoriento. En la propia plaza nos ofrecen un servicio de limpieza a mano, que les lleva apenas media hora, 50 rands con propina incluida. Hasta el aeropuerto de Johannesburgo son 310 km, los 140 km últimos son de autopista, unas 4h.