
Despertamos a 4º de temperatura y con niebla. En el sur las primeras y últimas horas del día son frías aunque una vez sale el sol la temperatura sube hasta unos confortables 15º-18º. Ducha de agua caliente, desayuno generoso y listos para la marcha. Seguimos rumbo al oeste. A 1h30 por una carretera que atraviesa el desierto con vistas de impresionantes cañones esta Douz.


La ciudad de
Douz ha crecido alrededor de un oasis de palmeras de gran tamaño que se encuentra en la franja norte del Sahara. Rodeado por poco más que desierto y matorrales secos, históricamente era una parada importante en las rutas de las caravanas trans-saharianas. Hoy su economía se basa en los dátiles y el turismo, que lo usa como base para hacer excursiones en camello por el desierto, que van desde un corto paseo hasta expediciones de varias noches. Douz es una ciudad mas animada que las que hemos visto hasta ahora, con mucho trafico, motos, restaurantes, agencias de viajes, jeeps de turistas y viajes organizados, todo ello embutido entres calles de arena, peluquerías cutres y carnicerías
jalal con cabezas de camello colgando en la puerta.
Tras varias ofertas en agencias turísticas que rondan los 350TND por incursiones al desierto, encontramos
Nefzaoua Voyages una agencia ubicada en el
Hotel 20 Mars, que ofrece un auténtico paquete mochilero por 35 TND. Dos horas a lomos de un camello hasta el campamento, que está 10 km en el interior del desierto, cena, desayuno, dos horas de vuelta a camello al día siguiente. Para quien prefiera un viaje mas cómodo e ir en jeep cuesta 5 TND mas. El camello sale a las 14:00, el 4x4 dos horas mas tarde.
El zoco y la mayoría de tiendas se encuentran en torno a la
Place de la Liberation, trajes típicos, productos bereber, cerámica, rosas del desierto y todo tipo de souvenirs. El centro esta ocupado por las terrazas de los cafés. Tomamos un par de zumos de naranja, 6 TND. Antes de partir comemos algo rápido y barato en
Chez Magic,
pollo al ast, cerveza y un par de tés, 17 TND.
La pequeña caravana la forman cuatro camellos atados entre si, reduciendo así el peligro de que se desboquen, y orientados por un guía que realiza todo el trayecto a pie. Bajo las mantas que cubren el lomo del camello hay un neumático que hace el viaje muy confortable. Al paisaje de dunas bajas de arena blanca que nos acompaña la primera 1h30 se van añadiendo unos pequeños matojos conforme nos adentramos en el desierto, a los que se lanzan a degüello los camellos hambrientos. Un cómodo paseo.
El campamento tiene las dimensiones de un campo de futbol y en su interior hay dos jaimas con literas y colchones, además de sacos de dormir bien gordos y mantas; y una tercera jaima habilitada como cocina y comedor. El lavabo es una cabaña en las afueras del campamento, y el única agua disponible sale de un pozo cercano no canalizado. Por un día sin ducha no pasa nada.
Paseamos un rato, vemos la puesta de sol, charlamos junto a la hoguera, cenamos harira, chorba, cuscús con cordero (el mejor de todo el viaje), té y una naranja, mas que de sobras... Un rato mas de cháchara, música beréber e incluso un poco de baile...

Nos levantamos a las 07:00, demasiado tarde para ver amanecer, pero no para ver como hacen el famoso
pan beréber Los nómadas lo preparan calentando primero la arena con unas brasas, colocan la masa redondeada y plana, y la tapan con arena. Se dora de un lado, luego del otro y cuando está cocinado se retira del fuego. Con ayuda de un trapo y un cuchillo se limpian los restos de ceniza y arena. El resultado es una masa en forma de fina pizza, sin azúcar ni levadura y con un adictivo sabor ligeramente agrio.
A pesar de ser una corta incursión de tan solo una noche, dormir en el desierto tiene un encanto especial. Me gusta el balanceo sobre el camello, la serena soledad e inexplicable belleza de este mar de arena blanca, la rojiza puesta de sol sobre este páramo despoblado y solitario, casi abandonado sino fuera por la docena de personas y camellos que habitamos el campamento, la hoguera bajo un cielo inundado de miles de estrellas (en ningún sitio se ven tantas), incluso la falta de lujos de todo tipo. Queda una combinación de temor y sosiego, de despreocupación, de liberación, que merece la pena disfrutar de tanto en tanto.