Desde la estación de autobuses de Puno un taxi al centro cuesta 6 soles.
Hotel Balsa Inn. Habitación grande y cómoda, pero sencilla, con cama doble, moqueta, secador de pelo, nevera y calefacción. Desayuno incluido: embutidos, frutas, yogurt, zumos, mantequilla y mermeladas. A un minuto de la Plaza de Armas

En
Puno, a diferencia de las ciudades que hemos visitado hasta ahora, sus habitantes son mayoritariamente de origen aymara. Rodeada de cerros, a orillas del lago Titicaca, fue fundada en 1666 a una altitud de 3819 mts. La mayoría de los turistas que llegan lo hacen para visitar el lago, y prestan poca atención a la ciudad. Seguramente se merece al menos un día entero, pero no pudo ser. Nosotros visitamos la Plaza de Armas y sus alrededores. La plaza queda dividida en dos por la calle Ayacucho. A un lado queda la Catedral del siglo XVIII, bastante bonita por fuera pero austera por dentro, al otro están el Palacio de Justicia, la Municipalidad y un lado donde solo hay bares y restaurantes. De una esquina nace el Jirón Lima, una calle peatonal llena de tiendas de souvenirs, casas de cambio y restaurantes, que se prolonga durante tres o cuatro cuadras hasta Parque Pino, donde está la Iglesia de San Juan.

El lago
Titicaca, a una altitud media de 3812 mts, es el lago navegable más alto del mundo. Mide 200 km de largo por 65 de ancho, y esta compartido casi al 50% entre Perú y Bolivia. Está poblado por las etnias aymara, quechua y uru, que viven principalmente de la pesca, la artesanía tradicional, y el turismo. El agua es de un bonito azul transparente, y en el habitan pequeños peces, patos, garzas, gansos y flamencos andinos. Además de las comunidades de la ribera, la mayoría de la población se distribuye en tres islas: Taquile, Amantani (a tres horas en lancha desde Puno) y las islas flotantes de los uros.

El turismo vivencial en las islas de esta comunidad, es le primer reclamo turístico de la zona. Los
uros cuentan que acosados por el inca Pachacutec se vieron obligados a vivir en el lago, donde sobre el agua construyeron
islas flotantes artificiales hechas de un junco llamado totora. Este se teje formando una capa natural que hay que ir renovando conforme se va pudriendo por efecto del agua, y que con el paso de los años superará los tres metros de espesor, y sobre esta capa levantan sus viviendas también de una malla tejida con totora. Incluso las barcas están hechas con este junco. Su actividad principal es la pesca, de carácter artesanal y en muchos casos de subsistencia, y la artesanía tradicional, ropas, alfombras, bolsos, chullos, o pequeñas balsas a escala hechas de totora. En los últimos años está en auge el turismo vivencial, las familias de una isla se organizan para alquilar pequeñas cabañas, combinándolo con actividades tradicionales. Pero no todos han recibido con agrado esta nueva fuente de ingresos, son una comunidad de unas 500 islas y en cada una de ellas vive entre una y cinco familias, y de momento solo algunas de ellas se dedican a recibir turistas como si de un hotel se tratase.

Ayer por la mañana, desde Cabanaconde, vía email, contratamos una noche de estancia en una de estas islas. Nos pasaran a buscar a las 10:00 por el hotel. El taxi nos lleva hasta un pequeño puerto, donde una barca, junto con unos cuantos sacos de provisiones, tarda unos 20 minutos en llevarnos a la isla. Antes paramos en un puesto de control, donde pagamos ocho soles cada uno como tarifa de
acceso al lago.

La isla está hecha de totora y flota sobre el lago anclada por doce lastres. Su construcción se inició hace ocho años, en otra zona del lago. Hace tres años tardaron un día entero en trasladarla del lugar donde estaban, ya que había demasiado ruido alrededor, ocasionado por otras islas adyacentes y prefirieron buscar una ubicación más tranquila. La totora de la base de la isla alcanza unos tres metros de espesor. Esto es debido a que cada 15 días hay que añadir juncos nuevos, ya que los juncos más someros se pudren y desprenden al estar en contacto con el agua, y deben ser reemplazados. Los juncos que se usan en los tejados y paredes de las cabañas también hay que irlos cambiando cada pocos meses, ya que se decoloran y deterioran con el sol. Toda la isla y las construcciones que hay en ella requieren un mantenimiento constante.

Hemos salido a navegar alrededor de la isla con Victor, con una barca hecha de totora. Para aligerar el peso, el interior de la barca está rellenado con 2500 botellas de plástico vacías, que se recubren de totora y se ata todo ello con nylon. Debido a que los juncos inferiores se mojan, se acaban pudriendo y cogen mayor peso por la acumulación de agua, la barca tiene una vida útil de unos dos años. Durante el trayecto Víctor nos explica todo sobre la isla, como está hecha, como funciona y su historia, las técnicas de construcción, el usos y forma de cortar la totora, incluso le hemos echado un vistazo a la red de pesca donde solo había un pez pequeñito, que una de las gatas de la isla no ha tardado en zamparse.


La estancia en una de estas islas es para relajarse, aquí no hay absolutamente nada que hacer, mas allá de charlar con las familias, algún paseo en canoa y sentarse en una hamaca a disfrutar del paisaje. Es un lugar ideal para hacer un
break en el viaje. De comer tenemos sopa de verduras, trucha con quínoa y ensalada de frutas, todo delicioso. Después nos damos una buena siesta y leemos un rato. La hermana de Cristina viene desde otra isla para vender artesanía local, y vestirnos con ropas tradicionales, con las que nos hacemos unas fotos. Compramos un tapete para la mesa del comedor.
A las 19h cena, sopa de espárragos y verduras, pollo plancha con aguacate y tomate, de postre pancake de melocotón. Por la noche bajan mucho las temperaturas, nos ponen tres botellas de agua caliente a los pies de la cama y una manta extra, a pesar de que el edredón es bien grueso, y además nos aconsejan dormir con chullo (gorro). No pasamos nada de frio.